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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 131
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CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 18. ¿Qué es lo que está pasando?

James era un hombre de pocas palabras, pero cuando hablaba, todos lo escuchaban. Tenía un aire

de fuerza y confianza tranquilas que pocas personas podían igualar, y bajo su comportamiento amable

y gentil se escondía la mente despiadadamente calculadora de un rey. Mientras James miraba a

Martin, con los puños apretados a los lados y la mandíbula marcada en una línea dura, nadie habría

adivinado que debajo de la superficie había una furia sin igual. Era un hombre que no toleraba que

nadie hiciera daño a sus seres queridos, y menos a Maddi.

-¡No te atrevas a amenazarme! -le escupió Martin con rudeza-. ¡No me importa que seas rico, no

sabes las cosas que puedo hacer contra ti!

-Las estaré esperando con gusto -gruñó James antes de atraparlo por las solapas de la camisa.

—¡Espera, no estoy pidiendo mucho! ¡Solo quiero dinero, maldición! Para ti cinco millones no son

nada! ¡Quédate con Maddi y con el mocoso, solo dame el dinero…!

¡Y te lo hubiera dado, infeliz! -espetó James-. Con tal de que te desaparecieras del mapa te lo hubiera

dado, si hubieras venido conmigo directamente, pero no lo hiciste, ¡fuiste a amenazar a mi mujer, a mi

mujer embarazada, le marcaste tus cochinos dedos en los brazos y la hiciste llorar!

El primer puñetazo dejó a Martin aturdido, intentó levantarse y responder, y James lo dejó encajar solo

un golpe, uno solo, antes de pegarle en el estómago y darle otro puñetazo en la

cara.

-¿Por qué no me amenazas a mí ahora? ¿Eh? -dijo fríamente-. ¡Si tienes los huevos para lastimar a

una mujer, más te vale estar preparado para las consecuencias!

James dio otro puñetazo en el estómago de Martin antes de lanzarle otro golpe a la cara. El hombre se

tambaleó hacia atrás, con un hilillo de sangre goteando de su boca mientras James no le daba tregua.

En cierto punto le empezaron a sangrar los nudillos, pero no dejó de golpearlo hasta que escuchó el

“crac” del hueso de la mandíbula al romperse.

Martin cayó al suelo gimiendo y retorciéndose de dolor, pero sin poder pronunciar una palabra,

mientras James se alzaba con un gruñido de rabia y se sacudía la

ropa.

para

-Esperaré pacientemente de dos a tres meses a que puedas despegar los malditos labios que me

acuses de agresión -sentenció escupiendo sobre él-… ¡si es que te atreves! 1 James salió de allí y ni

siquiera se molestó en llamar a una ambulancia, podía soportar cualquier cosa, el hecho de que

Martin Prescott lastimara a Maddi anteriormente era algo que no podía remediar, pero ahora estaba

con él, y no iba a permitir que nadie le pusiera un dedo encima, mucho menos aquel remedo de

hombre que era Martin.

Se subió al deportivo y se fue a casa, donde Maddi estaba durmiendo todavía, y lo primero que hizo

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fue llamar a John para contarle lo que estaba pasando.

-¿De verdad puede pelearnos la custodia del bebé? -preguntó James con preocupación.

-Pues puede intentarlo, pero tenemos la declaración de la madre, y la de la amante de Martin

Prescott atestiguando cómo él la engañaba y que entre los dos la echaron de su casa.

-¿Y crees que Mirela Chow testifique contra su amante? -lo increpó James.

-Pues si llegamos a ese grado de desesperación, solo basta con que negocies con el señor Chow

su campaña publicitaria por el testimonio de su hija, te garantizo que la hará cantar como un pajarito -

replicó John.

James sonrió por lo bajo porque su abogado sí que no se andaba por las ramas.

-OK, ¿cuál puede ser el peor escenario? -le preguntó.

Mira lo peor que puede pasar es que tengas que sacar a Maddi del país antes de que dé a luz. Si ella

está dispuesta pueden venir a Boston, el bebé nace aquí y de inmediato firmamos una adopción

cerrada para que Martin Prescott no le pueda pelear al bebé. Pero no te preocupes, porque soluciones

no es precisamente algo que nos falta. ¿De acuerdo? -lo tranquilizó el abogado.

James asintió conforme y se acostó al lado de Maddi a descansar. Se veía pequeña y frágil, y él no iba

a volver a permitir que nadie la molestara nunca más. Para cuando Maddi volvió a abrir los ojos ya

estaba atardeciendo y el hambre la aguijoneaba, en especial porque en la casa estaba oliendo

delicioso.

Bajó a la cocina y se encontró a James, en pantalón de algodón y sin playera, cocinando algo que olía

a comida para dioses.

Maddi se apoyó en la pared y se quedó mirándolo. Llevaba un delantal que apenas le cubría los

músculos del pecho y le rodeaba las caderas estrechas. ¡Era tan guapo!

-Hay doble cena si la quieres–murmuró James sacándola de sus pensamientos y mirándola con

coquetería.

-Mmmm ¿doble cena?

-La que yo estoy haciendo… —dijo él mostrándole sus cazuelas-, y la que soy.

Maddi hizo un puchero porque aquella era la insinuación más sexy de la historia, pero en cuanto se

acercó sus ojos se fijaron en algo: James tenía los nudillos de la mano derecha cubiertos de una

crema blanca.

-¿Te quemaste? -se asustó Maddi tomando su mano pero al acercarse se dio cuenta de que aquello

no eran quemaduras y de que James tenía… tenía…- ¿Eso es un labio roto?

Vio cómo su mandíbula se tensaba y retrocedió.

-¡No me digas que hiciste lo que yo creo que hiciste!

-Pues depende de lo que creas que hice -murmuró él.

-¡Fuiste a buscar a Martin! -afirmó Maddi.

-Parece que crees bien.

-¡Y lo golpeaste!

-¡Como a pantalón de albañil en piedra de río! ¡Sí señora! -sentenció él y Maddi se llevó una mano a

la boca sin saber si aquello le daba ganas de gritar o de reírse.

James tomó sus manos y la ayudó a sentarse en una de las banquetas frente a la isla de la cocina.

-Tienes que entender algo, no soy la clase de hombre que permite que venga un cabrón como él a

amenazar a mi mujer. Él fue a buscarte, Maddi, a intimidarte… -dijo y ella desvió la mirada —. ¿Qué

clase de hombre sería si no respondiera a eso?

Maddi parpadeó confundida. Sabía que él siempre la protegería, pero nunca había pensado en la furia

salvaje y protectora que podría sentir un hombre por su mujer. Por ella. Se sonrojó y se apretó contra

él, cerrando los ojos mientras respiraba profundamente.

-Ahora ya sabe que no puede volver a amenazarnos ni a ti ni a mí aseguró James con determinación.

-Pero… ¿tú? ¿Estás bien?

-Sí, claro que estoy bien… pero deberías ver cómo le quedó la cara al infeliz. -James se separó de

ella solo un poco para darle un beso suave en los labios y la miró a los ojos-. Todo va a estar bien, nena, ahora ven a cocinar conmigo que necesito una souschef.

Durante un rato los dos se entretuvieron en la cocina, y se divirtieron preparando platillos especiales.

La llegada del bebé representaba también otros retos además de cambiar pañales, como por ejemplo,

aprender a hacerle sus papillas, así que se dedicaron a experimentar y Maddi rio mientras fracasaban

estrepitosamente.

-Necesitamos una cocinera -declaró James.

—¡Oye, no te rindas! Ya aprenderemos, tenemos mucho tiempo todavía para experimentar, algo nos

tiene que salir mal, ¿no?

—Sí, supongo que cinco meses son bastantes, ¿verdad? se animó él-. ¡Estaremos bien, seremos

unos padres fantásticos!

En los días que siguieron no tuvieron ni una sola noticia sobre Martin. Se dedicaron a preparar las

cosas para un examen de regularización que tenía Maddi y James procuró no separarse de ella en

ningún momento. Sin embargo ninguno de los dos imaginaba que aquella paz y aquella felicidad muy

pronto se verían oscurecidas por una noticia muy diferente.

—¿Lista para irnos, nena? -se emocionó James cuando por fin llegó el día en que iban a hacerle a

Maddi el ultrasonido de las veinte semanas.

-¡Sí! ¡La doctora dijo que quizás podamos saber el sexo! ¿Te imaginas? Maddi

¿Qué quieres que sea?

James le abrió la puerta del auto y se subió también.

-se entusiasmó

-Honestamente me da igual, solo quiero que sea feliz -respondió y encendió el coche para dirigirse al

hospital.

No había pasado ni media hora cuando los dos estaban sentados en un hermoso consultorio

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esperando por la especialista. La doctora de Maddi la mandó a ponerse una bata y poco después

estaban junto al pequeño aparato de ultrasonidos, esperando para ver a su bebé.

-¡Espero que no sea muy pudoroso! -se rio Maddi porque ella quería saber de inmediato el sexo del

bebé.

—¡Pues si es niña, sí! –replicó James-. ¡Si es niño que enseñe lo que quiera!

Pocos minutos pasaron mientras la doctora comenzaba a hacer todas las revisiones de rutina. La

ecografía de las veinte semanas no era solo para saber el sexo del bebé, sino para detectar

cualquier posible situación complicada del embarazo a edad temprana.

Maddi estaba pendiente del monitor, pero James de cuando en cuando miraba a la doctora y una de

esas veces la vio hacer un gesto imperceptible de preocupación.

Se aguantó las ganas de preguntar si todo estaba bien, porque de repente el gesto de la mujer se hizo más preocupado.

-¿Pueden disculparme un momento? -les pidió–. Voy a pedirme a un colega que venga a ayudarme.

De verdad está un poquito pudoroso y no logro verlo bien.

James apretó los dientes y se le desbocó el corazón cuando se dio cuenta de que además de otro

doctor, mucho más viejo, traían también una nueva máquina de ultrasonidos, una que parecía mucho

mejor.

El viejo doctor saludó con amabilidad y luego se sentó a hacer la ecografía. Su rostro se ensombreció

porque al parecer había llegado a la misma conclusión y cruzaron las miradas mientras el médico

sacaba fotografías y la máquina las imprimía.

En aquel punto y a pesar de las sonrisas, ya Maddi estaba dudando y james ya se había convencido

de que algo pasaba. Apenas salieron al corredor fue tras ellos y los detuvo en medio de aquel debate

en que los dos habían concluido lo mismo.

-¿Qué es lo que está pasando? -los increpó y los doctores se quedaron mirándolo.

-Señor King… es mejor que se siente -dijo el médico mayor y la doctora puso una mano en su brazo

para detenerlo.

-Espera, deberíamos informar a la madre también.

-No, él debe saberlo primero, es mejor si está preparado, porque la madre va a necesitar mucho apoyo

y el suyo es el que más necesita -sentenció el galeno y James sintió que el corazón se le detenía por

un segundo.

-Pasa algo malo con el bebé, ¿verdad? -preguntó.

La doctora asintió con un gesto de tristeza y le mostró las imágenes.

-El ultrasonido de las veinte semanas se usa para detectar malformaciones en el feto y por

desgracia… el bebé de su novia tiene una malformación conocida como anencefalia.

James sintió que le subían las lágrimas a los ojos incluso sin saber lo que era.

-¿Eso qué quiere decir?

-Eso quiere decir que el bebé no tiene los huesos del cráneo -le explicó el médico más viejo poniendo

una mano sobre su hombro-. Y también hay ausencia de una gran parte de la estructura cerebral

necesaria para ser… viable. -James sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas porque ya sabía lo

que el médico iba a decirle-. Lo lamento mucho, señor King, pero este tipo de malformaciones son

incompatibles con la vida. Tenemos que sacar el feto de inmediato. 17