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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 135
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CORAZONES ATADOS. CAPÍTULO 22. ¿De dónde sacaste cinco millones?

Maddi se miró el antebrazo, donde una mancha de sangre se había secado y negó.

-Sí y no-respondió y ante la pregunta interrogante de James le sonrió un poquito-. Sí, es sangre. No,

no es mía.

-¿Entonces de quién es, Maddi? ¿Qué fuiste a hacer?

Ella respiró profundamente.

-No fui a hacer algo… fui a ser la persona que era antes del día que me conociste -respondió ella con

una fuerza que James agradeció desde el fondo de su alma-. Supe que Martin te estaba

extorsionando por cinco millones de euros y fui a resolverlo.

James arrugó el ceño.

-¿Fuiste a…? Espera ¿cómo lo supiste? -la increpó.

-Estábamos escuchando detrás de la puerta de la sala de juntas -respondió ella y Nahia hizo una

mueca.

-¡Pero no me delates, eso no se lo había dicho! -dijo con un puchero-. ¡Ya nos exhibiste! 2

Maddi sonrió con ternura y miró a James.

-Vamos a seguir escuchando detrás de tus puertas, ¿algún problema?

-¿No, señora? -respondió él.

-Bien dicho -suspiró ella limpiándose la sangre con una toalla húmeda y luego se sentó en la mesa con

ellos-. Necesito algo fuerte de beber, ya puedo así que por favor, fuerte y grande.

-¿Así como yo? -le coqueteó James. 1

-¡Asqueroso, estoy aquí! -Nahia le pegó en el hombro y James la miró feo.

-Estaba hablando de mí entero, mocosa, y ahora que lo pienso tú no tienes edad para tener malos

pensamientos -la regañó-. ¡Tú y yo vamos a hablar después muy seriamente! @

Nahia se puso colorada, Maddi negó haciéndole un guiño cómplice, como de que no iba a permitir que

su hermano mayor la molestara y poco después trajeron un par de whiskys para ellos y para Nahia un

refresco.

-OK, entonces cuéntame, ¿qué hiciste? -le pidió James más tranquilo, porque ella estaba sana y salva

a su lado y todo lo demás podían solucionarlo.

-Fui a conseguir esto -respondió Maddi sacando los documentos y le dio el primero a James para que

lo leyera.

Él Je pasó la vista y luego la miró impresionado.

-Maddi… esto es un desistimiento de la denuncia por agresión… ¿Cómo lo conseguiste?

-Y no fue lo único que conseguí. También me firmó esto -respondió ella entregándole el contrato. -¿No

nos va a poder denunciar nunca más? -preguntó James casi en shock. Aquello era lo más extraño del

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mundo, especialmente porque ella había conseguido que lo firmara y lo notariada.

-Si nos denuncia por cualquier cosa, especialmente por agresión, tendrá que pagarnos diez millones

por incumplimiento del contrato.

James arrugó el ceño y trató de no sonreír.

-¿Por qué “especialmente por agresión“? -preguntó.

-¡Pues ahora ya sabes de dónde viene la sangre! -contestó ella encogiéndose de hombros y Nahia

casi le hizo una porra.

-¡No me jodas! ¡Le pegaste hasta sacarle sangre! -exclamó la chiquilla emocionada y James trató de

no ponerse igual, se suponía que él debía poner el buen ejemplo.

-Nahia, no hay que enorgullecerse de lastimar a otra persona -le advirtió Maddi-. Pero sí, lo golpeé con

un palo de golf, ya tu hermano lo había dejado medio jodido así que yo le emparejé la mitad que le

faltaba.

James respiró profundamente mientras acariciaba su mano por encima de la mesa. Bajo los intentos

de burla él podía entender por qué Maddi había hecho aquello, podía entender la frustración, la

impotencia y la venganza que necesitaba contra una traición contra la que no había podido hacer nada

el primer día. -¿Te sientes mejor? -le preguntó con una preocupación que la desarmó.

-A riesgo de parecer mala persona… sí -respondió ella.

-Oye, no digas eso, recuerda que yo le jodi la primera mitad -rio él-, así que si eres mala persona es

porque eres mi medio filete.

Maddi se inclinó y le dejó un beso suave en los labios.

-Gracias por comprender -murmuró mientras Nahia se escondía de aquel romanticismo detrás de un

menú.

-No hay de qué -respondió James-. Pero todavía no me has dicho cómo hiciste que te firmara todos

esos documentos.

-Le di un cheque por cinco millones de euros.

-¿Quéeeeeee? -exclamó Nahia y James respiró profundo.

-Maddi, nena… yo no quería hacer eso, no quería acabar premiando al infeliz después de que… —de

repente se detuvo y frunció el ceño-. ¿Y tú de dónde sacaste cinco millones de euros? 2

Maddi se encogió de hombros con gesto inocente.

-Supongo que él está a punto de averiguarlo -murmuró.

Porque si de algo estaba segura era de que la ambición desmedida de Martin Prescott no lo dejaría

esperar. En aquel mismo momento debía estar en el banco más cercano, intentando depositar aquel

cheque, y ella habría dado cualquier cosa por ver su cara a través de un huequito en la pared, pero se

tenía que contentar con imaginarlo.

Y en efecto en aquel mismo instante Martin se pavoneaba frente al gerente del Bank of England,

abriendo una cuenta para depositar su gordo cheque de cinco millones de euros. Se había curado las

heridas como mejor podía pero con escayola y todo había ido a cobrar su dinero.

Disfrutaba de las reverencias, de la atención y de la cortesía que le hacían el nuevo cliente millonario

del banco; sin embargo todo eso eclipsó una hora después cuando el gerente se sentó de nuevo en su

silla ejecutiva y puso el cheque frente a él.

-Lo lamento, señor Prescott, pero no se puede depositar el cheque -dijo el hombre.

-¿Cómo que no se puede depositar? ¿Por qué? -ladró Martin con molestia.

-Porque no tiene fondos -respondió el gerente sin inmutarse.

-¿Qué quiere decir con que no tiene fondos? ¡Ella me dijo que era una cuenta nueva con cinco

millones de euros! -gritó Martin.

-Lo siento mucho, señor Prescott, pero es imposible. La cuenta de Maddison Grant realmente existe

en este banco, pero no tiene esa cantidad de dinero. 2)

Martin abrió los ojos y se llevó una mano al pecho como si le fuera a dar un colapso.

-¡Eso es imposible! ¡Ella es la novia de un madit0 millonario! ¡Es la novia de James King! ¡Me dijo que

me iba a dar ese dinero!

-Sí, en efecto veo que aquí consta que el señor King ha hecho varios depósitos importantes en esa

cuenta -dijo el hombre mientras examinaba un papel-. Pero no hay nada ni remotamente parecido a

esa cantidad 1

Martin estaba atónito. No podía ser, era imposible. ¿Maddi lo había timado? No, no podía ser, ella no

era tan inteligente… no… 2

-¡Llámela! ¡Llámela ahora mismo! -exigió Martin-. ¡Quiero hablar con ella, me debe una explicación!

¡Ya! El gerente del banco lo miró con mala cara, pero le pidió a su secretaria la información de

contacto de la señorita Grant y enseguida la llamó

Maddi escuchó su teléfono sonar y ella y James se miraron.

-Honestamente creí que iba a demorar un poquito más -murmuró.

-¿Puedes ponerlo en altavoz? -pidió Nahia con picardía y Maddi accedió.

“¿Señorita Grant? ¿Me comunico con la señorita Maddison Grant?“, preguntó el gerente.

-Si, claro, soy yo. ¿Cómo puedo ayudarlo? -respondió ella mientras tanto James como Nahia se

inclinaban más cerca del teléfono para escuchar mejor.

“Soy el señor Abbot, gerente del Bank of England. Tengo delante de mí al señor Martin Prescott,

presentándome un cheque emitido por usted, pero que no tiene fondos“.

-¿Cómo que no tengo fondos? -respondió Maddi con inocencia-. ¡Estaba segura de tener cinco mil

euros en mi cuenta!

El gerente pareció titubear.

“Comprendo, pero el monto del cheque es por cinco millones de euros“.

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-¡No, no, no, no, no! ¡Yo sí le hice un cheque al señor Prescott, pero fue por cinco mil euros nada más!

– replicó Maddi-. ¡No tengo idea de dónde salieron los otros tres ceros! Hágame un favor, rompa ese

cheque ahora mismo, ya me encargaré de hacerle llegar su dinero al señor Prescott por otra vía.

“Entendido, agradezco su atención, señorita Grant“, dijo el gerente y lo único que escucharon después

fue el sonido de papel rasgándose a la mitad, probablemente el cheque en la misma cara de Martin.

Maddi colgó el teléfono y se giró hacia James.

-Esa es tu respuesta: no tengo cinco millones, pero la mente enferma de Martin parece creer que

puedo sacar esa cantidad de dinero de ti solo porque soy tu novia -murmuró Maddi-. Creo que así se

sintió conmigo, que podía sacar lo que quisiera de mí… y es agradable demostrarle que no es así.

James sonrió mientras volvía a besarla y luego se fueron a casa con al menos un poco de tranquilidad

porque él ya no estaba en riesgo de un juicio por agresión.

Por supuesto que Martin se había puesto desquiciado con aquello, James había llamado al señor

Abbot pocas horas más tarde y se había enterado de que incluso lo habían tenido que hacer sacar por

la policía.

Sin embargo James tenía un presentimiento, una corazonada que le decía que Martin Prescott no se

iba a quedar con aquel agravio. No había entendido la primera paliza y estaba seguro de que no

había

entendido la segunda, así que esa misma noche se sentó con Maddi.

-Nena… hay algo que quiero pedirte -murmuró y ella se acurrucó entre sus brazos.

-Lo que sea -respondió ella.

-Quiero que lleves guardaespaldas -dijo James mirándola a los ojos y Maddi frunció el ceño.

-¿Guardaespaldas? ¿Por qué?

-Porque tengo una mala sensación, Maddi. Martin no va a dejar este asunto, y no quiero que estés

sola hasta que nos aseguremos de que no está planeando nada contra nosotros. Sé que puedo

aparecer sobreprotector y todo pero… es como me siento ahora mismo, así que por favor, hazme este

último favor y consiénteme en esto.

Maddi suspiró, pero accedió con una sonrisa suave.

-Solo quiero que te sientas tranquilo. No me importa llevar guardaespaldas, mientras también sean

para Nahia -aseguró—. Es una niña, y yo tampoco quiero que corramos riesgos. Así que si quieres

contratar a un guardaespaldas mejor contrata dos… o tres, tú también me preocupas… ¡Ay dios!

James la abrazó con fuerza y la besó en los labios, mientras sentía que aquella pequeña chispa entre

ellos se avivaba de nuevo.

Al día siguiente se puso en contacto con una empresa de seguridad privada y contrató dos

guardaespaldas, uno para Maddi y uno para Nahia. Eso le permitió sentirse tranquilo porque con dos

guardaespaldas la mujer que amaba y su pequeña Nahia estarían protegidas. 1

En cuanto a Maddi no se equivocaba, pero en cuanto a Nahia…