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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

Capítulo 148
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CORAZONES ATADOS CAPÍTULO 35. ¡¿Dónde está Maddi?!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

Son tres. ¡Y los tres están muy bien!

El cerebro de Maddi se había quedado en aquel ciclo infinito en el que la doctora le decía que estaba

esperando no uno sino tres bebés. No había hablado después de eso, y ya iban dos horas desde

aquello.

-Maddi por favor nena, tienes que reaccionar… te lo suplico -murmuraba James besando su mano,

pero ella solo miraba al techo con expresión perdida.

Finalmente a él no le quedó más remedio que levantarse para ir a hablar con la doctora.

-Tiene que hacer algo. Tiene que hacerla reaccionar le dijo.

-Ya pedí una interconsulta con psiquiatría -le dijo la doctora-. Un especialista vendrá a verla pronto.

Entiendo que los dos están pasando por un momento complicado, y que tienen una historia difícil, pero

James te aseguro que todo va a salir bien.

Él se cubrió la cara con las manos, desesperado. Estaba tan feliz y tan aterrado a la vez que ni

siquiera sabía cómo empezar a expresar lo que sentía. Había querido ser padre por tanto tiempo, y

ahora que estaba en el camino justo, tenía miedo de que su sueño

lastimara a la mujer que amaba.

-¿Cómo podemos asegurarnos de que no vuelva a pasar nada malo? -increpó a la doctora con

desesperación.

-Mira, Maddi y tú son personas sanas, pero por si acaso comenzaremos a hacer los exámenes de

genética desde ahora. Vamos a hacer chequeos semanales, yo misma llevaré ese embarazo de la

mano, y mientras descartamos cualquier posibilidad, vamos a

tener a un psiquiatra cuidando de ustedes. Es importante que los dos reciban ayuda, James. El miedo

es comprensible pero no puedes permitir que los paralice. ¿Entiendes eso?

James asintió porque a pesar de la alegría no podía negar que el pánico se estaba adueñando de él.

Todavía estaba hablando con la doctora cuando por la puerta principal vio llegar a sus padres. Nathan

y Meli se apresuraron a alcanzarlo.

-¿Qué pasó? ¿Está bien Maddi? -preguntó su madre.

-Tenías razón -murmuró James y Meli se cubrió la boca con las manos de la impresión –, sí estamos

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embarazados, mamá… de tres.

-¿De tres meses?

-¡De trillizos! -replicó él con un hilo de voz.

Pero mientras Nathan estaba a punto de saltar de la alegría y decir alguna tontería sobre la virilidad y

el pecho peludo, Meli se dio cuenta del miedo que había en el rostro de su hijo.

-Van a estar bien, los dos -dijo tomando su mano-. No nos vamos a separar de Maddi ni un solo

segundo. Vamos a cuidarla y vamos a hacer que se sienta bien. Tu hermana Nahia debe estar por

llegar y el resto de la familia volará mañana, así que todo estará bien, hijo, ten confianza.

James asintió con la respiración pesada y abrazó a su madre, que era el mayor apoyo y consuelo del

mundo; y luego se quedó con su padre mientras Meli iba a ver a Maddi, pero pocos minutos después

la vio regresar con el ceño fruncido.

-Hijo, creo que me diste mal el número del cuarto, no hay nadie el veintitrés–le dijo.

James negó y cerró los ojos.

-Si estaba en el veintitrés, mamá… -dijo y caminó de prisa hacia allá.

Cruzó un par de corredores y empujó la puerta de la habitación para encontrar la cama vacía.

-¿Enfermera? -llamó a la más cercana y una chica se detuvo junto a él-. ¿Sabe si llevaron a la

paciente de esta habitación a algún lado?

La enfermera negó después de revisar la tablilla de indicaciones y luego se acercó a la parte posterior

de la camilla, de donde colgaba el extremo de la vía de suero.

-No, no creo que la hayan llevado a ningún lugar… creo que se fue.

James sintió que el corazón se le subía a la garganta al escuchar aquello.

-¿Qué quiere decir con que se fue? -preguntó con voz temblorosa-. ¿Cómo puede irse alguien de un

hospital sin ser dado de alta o sin ser llevado a ningún lugar?

Pero la enfermera parecía igual de confundida y no tuvo respuesta para él.

-Será mejor que la busquemos -dijo llamando a seguridad.

James salió corriendo por el pasillo, llamando a Maddi por su nombre.

-Maddi, Maddi, ¿dónde estás? -gritaba mientras buscaba en todos los rincones del enorme hospital.

Pero media hora después ella no aparecía por ningún lado y James comenzó a temer lo peor.

-Hijo, tienes que calmarte, por favor.

-¿Cómo voy a calmarme, mamá?! -gritó él con las lágrimas al borde de los ojos. ¡ Maddi no quería

tenerlos! ¡Estaba asustada y no quería tenerlos! ¡Y ahora desapareció! ¿Y si hizo alguna estupidez,

mamá? ¿O si le pasa algo? ¡Yo me muero si a Maddi le pasa algo! Meli apretó los labios sin saber

cómo consolar a su hijo. Aquel debía ser uno de los momentos más felices de su vida y en cambio

estaba aterrado.

-Todo estará bien, vamos a llamar a la policía y verás que pronto va a aparecer -le dijo Nathan-.

Quizás fue a algún lugar donde se sintiera a salvo, o algún lugar que quisiera visitar…

-El cementerio -murmuró James.

-Su casa -dijo Meli.

-O quizás volvió a la escuela -mencionó Nathan-. Quizás solo necesita un poco de espacio, James.

Él se mesó los cabellos con desesperación, espacio era lo que menos podía darle ahora que ella

estaba tan aturdida por la noticia. Sin embargo antes de que llamara a la policía su celular comenzó a

vibrar y en la pantalla apareció un mensaje que le devolvió el alma al cuerpo.

“Tranquilo, está conmigo, yo la cuido“.

UNA HORA ANTES

Nahia King iba a entrando en el estacionamiento de aquel hospital. Estaba nerviosa y llevaba el

corazón acelerado después de saber que el idiota del ex de Maddi se había encerrado con ella y

cuatro bebés del orfanato a pedir rescate. Algo se le había movido dentro al saber que Aaron se había

hecho cargo de la situación, pero ahora era tiempo de ayudar a su familia, no de andar babeando por

aquel macho alfa en particular. 1

Estaba a punto de estacionar cuando enfocó la vista y observó aquella figura que avanzaba sola por la

acera.

De inmediato se bajó y corrió a alcanzarla.

-¿Maddi…? ¡Maddi! -Nahia llegó junto a ella y la abrazó con fuerza-. ¿Qué estás haciendo aquí sola?

¿Dónde está mi hermano?

Maddi negó con lágrimas en los ojos, pero pronto la desesperación fue reemplazada por un

sentimiento de vergüenza.

-Lo siento, yo… me escapé del hospital -sollozó y Nahia acarició sus brazos arriba y abajo para

calmarla.

-¿Qué es lo que está pasando, Maddi? ¿Por qué te escapaste de James?

-No me escapé de él solo… necesito espacio, necesito… aire… -sollozó con desesperación-. ¡Estoy

embarazada! Y antes de que preguntes sí, los tres son de tu

hermano.

Nahia se mordió el labio inferior para evitar saltar de alegría, porque por más emocionada que

estuviera porque el sueño de su hermano por fin se estaba cumpliendo, también podía ver que la

mujer frente a ella estaba aterrada.

-Maddi, ¿estás mal como para regresar al hospital o quieres que simplemente… vayamos a dar una

vuelta? -le preguntó abrazándola-. Hay aire en la carretera, mucho aire.

Maddi asintió sin dudarlo.

-Sí, por favor, ¿nos podemos ir? -suplicó Maddi entre sollozos.

-Claro, vamos. -Nahia la ayudó a subir al auto y se dirigió hacia la salida.

Mientras conducía con rapidez, la muchacha tomó su mano.

-¿A dónde te gustaría ir?

Maddi lo pensó por un momento y suspiró.

-Me gustaría ir al mar… al mar al que iba con mi padre cuando era niña… -murmuró.

-Entonces vamos, solo dime hacia dónde.

Una hora después, en la primera parada para repostar combustible, Nahia le pasó un mensaje a su

hermano para que supiera que Maddi estaba con ella.

Pocos segundos después entró la llamada y Nahia se alejó un poco del auto para contestarle.

“Solo dime a dónde van y salgo para allá” le dijo James a modo de saludo.

-Todavía no sé a dónde vamos, solo me pidió que condujera hacia el oeste y que quería ver el mar–

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respondió Nahia-. Me dijo que quería ir al mar donde la llevaba su padre de niña.

James cerró los ojos y de inmediato supo a dónde iban.

“¿Ella está bien?” preguntó con ansiedad.

-Si preguntas de salud, sí, no ha vomitado en todo el camino y la estoy haciendo tomar líquidos – le

dijo Nahia-. Por lo demás está asustada, James. Me dijo que necesitaba aire, y creo que está

buscando la forma ella misma de evitarse un ataque de pánico así que por

favor… no la presiones.

“No voy a hacerlo, solo quiero saber que está bien“, replicó. “Cuídala, por favor… y cuida a tus

sobrinos“.

-Claro que sí, hermanito -respondió Nahia-. Yo me encargo.

Poco después James le daba la buena noticia a sus padres: Maddi estaba a salvo, estaba con su

hermana y las dos se iban a ver el mar, porque Maddi necesitaba lidiar con aquel miedo sin que nadie

la presionara. James sabía que iba a tener a sus bebés, no era la clase de madre que pudiera ponerle

un alto a un embarazo, mucho menos sabiendo que significaba tanto para él, pero eso no significaba

que no estuviera asustada.

-Necesitamos rentar un helicóptero -le dijo a su padre-. Voy saliendo lo más pronto posible para

Cornualles.

-¿Allá van? -preguntó Nathan.

-Sí, hacia allá van -respondió james-. Voy a recoger un par de cosas para Maddi y las veré allí.

Nathan puso una mano en su hombro, pero no lo dejó irse sin hacerle aquella advertencia.

-No te enojes porque se haya ido le dijo-. El hecho de que Maddi no espere que la consueles cada

cinco minutos significa que sigue siendo una persona independiente a pesar de que te ama. Y trata de

comprender cualquier decisión que tome.

James asintió, dándole un abrazo antes de irse y poco después estaba volando hacia Cornualles.

Llegó en plena madrugada y rentó un auto para irse directamente a aquella playa. Tenía mucho en qué

pensar, pero estaba seguro de que Maddi también estaba tratando de resolverlo y de que de una

forma u otra, terminarían encontrándose.

Estaba casi amaneciendo cuando Nahia vio el mar frente a ellas. Se habían detenido mucho para

comer en el camino, Maddi se sentía mejor, al menos físicamente, pero no hablaba mucho; más bien

intentaba desenmarañar aquel nudo de emociones que tenía en el pecho.

Cuando se bajaron del auto, con aquel mar inmenso enfrente, las dos respiraron profundo, dejando

que el aroma a sal las envolviera.

-¿Quieres que te acompañe? -le preguntó Nahia y Maddi negó.

-No, creo que tengo que hacer esto sola -le sonrió Maddi dándole un beso y luego se quitó los zapatos

antes de echar a caminar por la arena.

El agua estaba helada, pero era como si lograra calmar todos sus pensamientos. La playa no era

demasiado grande, así que no tardó mucho en recorrerla toda, y cuando por fin llegó al otro extremo,

no se sorprendió al ver que había alguien esperándola.

Y en ese momento, justo en ese momento en que vio a James allí, pateando la arena con las manos

en los bolsillos y sus rizos desordenados, justo allí lo supo: que él iría al fin del mundo por ella y que

ella debía ser valiente por él. 3

Se miraron durante un largo minuto, y fue Maddi quien finalmente despegó los labios. -Hola, papá… -

murmuró.