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La Novia Equivocada Novela de Day Torres

LA NOVIA EQUIVOCADA CAPÍTULO 23
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CAPÍTULO 23. Tendrás que ser tú Era peligroso ver cómo sus labios temblaban. Todo el cuerpo de

Nathan se lo advertía. No sabía que tenía aquella chiquilla que lo estaba descontrolando, pero era

evidente que algo tenía. -¿Qué va a pasar ahora? -repitió apoyándose en el escritorio y bajando un

poco para quedar a su altura. Meli estaba a medio metro de él y lo único que quería era pegarla a él

volver a besarla desesperadamente—. Para empezar vas a quedarte a vivir en esta casa – determinó

Nathan.

-¿Como tu prometida?

– Como mi prometida. No estaría bien que te quedaras en calidad de una invitada cualquiera. Ser la

futura señora de esta casa te dará el respeto y el lugar que te corresponden.

— Pero es que yo no necesito un lugar… – Todos necesitamos un lugar, Meli – la interrumpió él-. Eres

joven, pero sé que no eres ingenua. Salvaste la vida de mi hija, te debo mucho y solo quiero que estés

bien.

La muchacha apretó los labios.

– Déjame adivinar: tendré que dejar el trabajo en el grupo KHC-murmuró con impotencia.

-Sí, tendrás que dejarlo. Quiero que pases tanto tiempo con Sophia como sea posible, y entre la

Universidad y la nena no veo cómo puedas tener tiempo para trabajar -respondió Nathan y Amelie lo

miró como si acabara de darle una bofetada. 2

– ¿La… la universidad? ¿De qué hablas? — balbuceo.

-Quiero que mi hija sea la reina de King’s Holding Corporation, y para eso necesita un buen ejemplo —

dijo Nathan con una sonrisa—. Vi que ganaste varias becas para la universidad.

– Esas becas ya vencieron, y no puedo pagar una inscripción completa. i Demonios, ni siquiera puedo

pagar la mitad de una!

-Sí puedes. Olvídate del dinero, tienes mucho y no quiero que te preocupes por él ahora, nadie va a

volver a pedirte que devuelvas nada, solo quiero que elijas estudiar algo que te guste estudiar y yo me

encargaré del resto.

– Pero…

-Sin peros, Meli. Dije que yo me encargaré -sentenció Nathan con voz ronca y ella se estremeció.

-Entonces… ¿ya no crees que yo sea la novia equivocada? Los labios de Nathan se curvaron en una

sonrisa débil, pero no mintió. – Todavía lo creo, tienes dieciocho años, eres una chiquilla, no estás ni

por asomo preparada para ser madre… pero también tienes razón en algo: Sophi no necesita una

madre impuesta, sino que las personas que tiene alrededor la quieran y la protejan. Mi hija te ama y tú

ya demostraste cuánto la quieres, así que si quieres ser parte de esta familia, entonces eres

bienvenida.

A Meli se le llenaron los ojos de lágrimas y se las espantó con una mano.

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-Entonces ¿lo de casarnos…?

– Mínimo te quedan tres años de universidad -suspiró Nathan-. En ese tiempo solo serás mi prometida

y… no sé, supongo que veremos qué pasa. 1 Se miraron a los ojos durante un largo segundo y

supieron que el mismo recuerdo estaba cruzando la mente de los dos.

-Anoche… ¿por qué no me llevaste a tu habitación?,-preguntó ella.

Por un instante los ojos de Nathan se encendieron, se levantó, conteniendo el aliento y se acercó a

ella.

—No lo hice porque eres virgen. Y yo no voy a forzar de ninguna manera una decisión que solo te

pertenece a ti —respondió con tono ronco-. Ya sé lo que puedo provocarte y tú ya sabes lo que puedo

hacerte, pero si quieres conocer el interior de mi habitación, tendrás que ser tú la que cruce esa

puerta… y tienes que saber que cuando lo hagas, no permitiré que salgas de nuevo. ¿Entendido?

Amelie sintió que el corazón se le desbocaba en el pecho, pero termino asintiendo.

-Sí, señor. Sintió el aliento cálido de Nathan muy cerca de su boca y cerró los ojos, porque a pesar de

que siempre estaba peleando con él, no podía negar que le erizaba la piel y su cuerpo reaccionaba

como si él fuera el sol y ella la tierra. Sin embargo Nathan no llegó a besarla.

– Tenemos muchas cosas de qué hablar, Meli, pero todo debe ser a su tiempo, ahora ve a cambiarte,

que vamos a salir.

-¿Ya empezaste a dar órdenes? -Sabes que esa es mi parte favorita de la vida – rio él.

-¿Tengo que volver a llamarte “señor”? —No a menos que quieras que te bese. – Lo tendré en

cuenta… Nathan-respondió ella y él negó mordiéndose los labios. Era especialista en provocarlo la

condenada.

-¡A cambiarte! ¡Ya! Amelie salió corriendo de su despacho y Nathan se dejó caer en una silla con las

manos en la cara.

-¡Maldición! ¡De verdad debo ser masoquista! Yo que solo quería criar a una niña y ahora resulta que

voy a criar dos -rio para sí mismo, pero se fue a su habitación y terminó de arreglarse para salir. 2

Media hora después salían de la casa y Nathan se tomaba el día para llevarla oficialmente de

compras. Lo que no imaginaba era que sería una batalla campal, porque Meli no dejaba que le

comprara anda.

– Nathan, no puedes comprarme todo esto lo regañó asombrada ante la cantidad de prendas que él

iba colgando de una percha.

– No, no voy a comprarte todo esto, solo los que te gustan.

-Pues no me gusta ninguno – dijo ella sonriendo.

– Mentirosa —respondió él simplemente y siguió caminando—. Necesitas ropa apropiada para la

universidad, y además necesitas unos buenos zapatos para caminar – dijo él mirando por la vidriera

hacia una tienda de calzado que había en frente.

-No necesito tantos zapatos, además esos son carísimos —se escandalizó Meli. Nathan sabía que era

inútil discutir con ella cuando se ponía así, así que solo llamó a la encargada de la tienda y puso a Meli

delante.

-En esta talla, una muestra de todo lo que tenga -dijo entregándole una tarjeta -. Llame a ese teléfono

y de su número de cuenta, le pagarán y le darán la dirección de envío. Gracias.

-¡No, Nathan!

Y como estaba visto que ella no iba a ceder, Nathan le dio la vuelta y se la echó al hombro, entró a la

zapatería y repitió la misma operación:

-En este número, un par de todo lo que tenga. Diez minutos después la descargaba en el asiento del

copiloto de su auto y Meli le decía que estaba loco de atar.

– Tenemos muchas cosas que hacer y a ti te gusta ponérmela difícil – replicó Nathan. Así que mejor

nos llevamos todo a menos que quieras ponerte a modelarme la lencería para que yo elija. De pronto

Meli se detuvo y miró a Nathan fijamente.

Él supo en ese instante lo que quería hacer, pero no dijo nada porque quería que fuera ella la que

tomára la iniciativa. Era lindo verla sonrojarse de un segundo al otro.

– Eso pensé, nos vamos a la Universidad entonces -sonrió él, mientras suspiraba por quedarse con

las ganas de besarla. Dos horas después los recibía el rector de la Universidad Leykand, la más

prestigiosa de la ciudad.

-Señor King, después de su llamada estuve revisando el expediente y en efecto, la universidad le

ofreció a la señorita Wilde una beca del cincuenta por ciento de la matrícula.

En ese instante Amelie contuvo el aliento, impresionada, ella jamás le había dicho su apellido a

Nathan y él no parecía sorprendido al escucharlo. Después de todo la había investigado, pero ¿ya

sabía cuál era su relación con los Wilde?

– No se preocupe, señor rector, el dinero de la matrícula no es un problema, solo me interesa que sea

admitida lo más pronto posible – dijo Nathan con seriedad.

– Por supuesto. El semestre escolar comenzó hace tres semanas, pero si se aplica creo que Amelie

podría recuperar el tiempo perdido, ¿no es así?

La muchacha asintió en silencio y el rector organizó todo lo necesario. Por fortuna el primer semestre

era de materias generales, le quedaban cinco meses para determinar lo que quería estudiar. Amelie

debía estar emocionada, lo sabía, sin embargo cuando salieron de allí, Nathan noto que estaba

silenciosa y cabizbaja.

– ¿Qué pasa, Miss Tropiezo? ¿Preferías otra universidad? Esta es la mejor, pero si no te gusta…

– No es eso – lo interrumpió ella con la vista clavada en el suelo. – ¿Entonces qué es? —preguntó él

levantando su barbilla para que lo mirara a los ojos. -Escucha, no quiero sonar malagradecida, pero…

– ¿Pero qué? — insistió Nathan. -No puedo permitir que me pagues la universidad, no me siento

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cómoda con eso.

-Mira, Meli, ya te dije que el dinero no es problema y menos para estudiar. – Pero yo sí lo soy-insistió

Amelie-. No es orgullo vacío, pero no quiero deberte esto. Nathan suspiró frustrado, pero enseguida

recordó una conversación que había tenido con su hija.

-Yo no soy como tus tíos, no pienso cobrarte ni un solo centavo de esto.

Amelie se puso pálida.

-¿Cómo sabes?

-Sophia me dijo hace días que ya no quería ir más a la escuela, porque luego debía pagarme como tú

tienes que pagarle a los Wilde – le explicó Nathan y Amelie no pudo evitar sonreír ante las ocurrencias

de la niña—. Tus tíos se ocuparon de ti cuando te quedaste huérfana, y ahora quieren cobrarte todo lo

que gastaron en tu educación. Por eso trabajabas para ellos en la casa…

-Y en tu empresa – dijo Amelie-. La cuenta a la que depositan el dinero que gano en King’s Holding

Corporation es de mi tía Heather. -Los labios del CEO se volvieron una línea fina de la impotencia–. Ya

debo mucho dinero, Nathan, no puedo deberte a ti también… .

-¡Y no lo harás! Hay muchas cosas que no sabes todavía, Meli, pero te garantizo que no le debes

nada a nadie, ni siquiera a mí. ¿Entendido? – dijo tomándola por los hombros—. Ahora por favor, solo

prepárate porque el lunes comienzas la universidad, y va a ser una de las cosas más importantes de

tu vida.

Amelie tembló un segundo antes de rodearlo con sus brazos, y Nathan la estrecho con fuerza,

intentando controlar la sangre que se le disparaba en las venas.

– Creo que es hora de que hablemos sobre… — comenzó a decir, pero fue interrumpido por su

celular-. Perdóname un momento – dijo porque al ver la llamada del pediatra de Sophia supo que

debía atenderla y se alejó unos pasos para hacerlo en privado-. Doctor Benson, ¿cómo está?

-Muy bien, señor King, espero que usted también. Lo llamo por el asunto que me pidió. Tengo el

expediente médico de Amelie Wilde, y lo estuve revisando – dijo el doctor-. Me gustaría hablar con

usted sobre eso. ¿Sería posible que viniera?

Nathan frunció el ceño con preocupación pero termino asintiendo. -¿A qué hora podemos ir? —

preguntó. -A cualquier hora de mañana en la tarde, señor King, pero no solo quiero hablarle de la

señorita Wilde… así que creo que será mejor que venga solo.

A Nathan se le hizo un nudo en el estómago al escuchar al médico porque sabía lo que eso

significaba: que también quería hablar del enorme fantasma de su pasado, quería hablar de… “ella”. 3

-Está bien, nos vemos mañana en la tarde – murmuró con el rostro sombrío, y un repunte de

culpabilidad creció en su pecho en cuanto se giró a ver el rostro tranquilo de Amelie.. ¿De verdad

aquella chica se merecía lo que le estaba haciendo?